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martes, 16 de octubre de 2018

¿Qué hay detrás del absurdo asesinato del ex-diputado Aldrin Torres?


Por: Marco Sila

 Sin profundizar en los resultados que emitirán las investigaciones policiales, vamos solamente a discernir sobre el peligroso derrotero que está tomando en Guayana, todo lo concerniente a la explotación del oro. También hay que tomar en cuenta, la carencia de una política pública para poner orden en una desaforada expoliación a nuestros recursos naturales, el crecimiento y consolidación de oscuras organizaciones al margen de la ley, junto a la presencia inexcusable del sistema paramilitar colombiano, instaurado como de plataforma de orden y concierto.
A todas luces, vamos a adentrarnos en un hecho que ha generado repudio, tanto por  haberse perpetrado en la figura de un hombre público con sobradas características de ser un luchador social, abierto al diálogo, consustanciado con el proceso revolucionario, valiente y claro en su despliegue parlamentario, y aunque en el plano político nadie es monedita de oro, para la mayoría de quienes trataron a Aldrín, era un hombre bueno. De ninguna manera merecía ser asesinado tan atrozmente, bajo la combinación de una jauría criminal ejecutora, junto a las mentes frías de quienes se esconden en la institucionalidad para medrar. Sin temor a equivocarnos,  detrás de tan ruin proceder, hay dobles caras.
Estamos llegando a los extremos. Para los guayaneses que han  visto el desarrollo y los visos que ha tomado la explotación del oro, la mención reiterada de los  nombres de quienes se han enriquecido en ese negocio aprovechando alto status gubernamental, los numerosos asesinatos impunes, la instauración de un para-estado que el gobierno nacional permite, al tomar el factor oro para resistir al bloqueo, lo que no se discute; pero, a la vez, brinda anuencia a procedimientos: no concernientes al amor revolucionario al ambiente, la consolidación de organizaciones criminales, el desvío de inmensos recursos fuera de nuestras fronteras, la corrupción a gran escala, y tantas cosas que dejamos hasta allí, sólo que hoy, estamos llegando a los extremos.
Por ese camino estamos destruyendo al proceso revolucionario, ya que la atmósfera así lo determina. Lo que respiramos en Guayana es una cochambre de corruptela, dimanada de la asociación de lo que parecen mundos distintos, pero son solubles en la clara ambición, la hipocresía y la aversión a la plataforma solidaría de amor colectivo. Ojalá, las manos putrefactas del mal no alcancen a la transparencia de las investigaciones. Ojala nos equivoquemos y asistamos a un caso similar, como el martirio de un Robert Serra, producido por la conspiración abominable de la dualidad  gringo-colombiana. Ojalá estemos equivocados; pero, de no ser así, estaremos ante el destape de una de las más putrefactas  conspiraciones, contra el noble proceso revolucionario instaurado por el Comandante Hugo Chávez.

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