Por: Chico Paula
Tampoco me importa sí el son se fue
de Cuba o que los mineros encarezcan la papa, sí el paludismo me pone a temblá
o sí la mujer de Tomás tiene guararé. Quiero que sepan que a mi me importa un
carajo todo. Todo, ¿oyeron? Que nadie venga a susurrarme esperanzas o pintarme
pajaritos en estado de gestación. Ahorita mi compañero es el diablo, sépanlo
bien. Mi compadre don Sata es quien reina y yo me arrimo a donde está el
coroto. Hace rato deje de creer que por las buenas se consigue todo, al
comprender que en el mundo manda la maldad.
Ya rompí las pesadas cadenas de
religiones, de políticos buenos, de héroes, de mártires, de mujeres piadosas y
de viejitas honorables, de pueblos luchadores, del amor soberano o de que
Chávez vive. Eso se acabó. Quedó en el pasado. Ahora se abrieron las puertas de éste mundo, de
donde salí y voy a quedar sembrado, porque no tengo pasaporte ni para el cielo
ni mucho menos de entrada al infierno. En éste mundo está todo. ¿Qué no hayamos
descubierto porque estamos aquí? Esa es una vaina que escapa de mi comprensión
y no me voy a preocupar mientras cuento los reales que tengo en Panamá y las
Bahamas, o el festín que me aguarda con unas carajitas en un hotel de Curazao,
o esperando el Ferrari que me envía Zucatto de Milán, o aceptando el crucero
por el Mediterráneo, obsequiado por los malandros de Pdvsa.
Yo no cuento con las gandolas de
Diosdado ni el chalet suizo de Aristóbulo ni el rancho tejano de Ramírez ni el
oro de Tareck, tampoco con los hoteles cubanos de Maduro ni con las cuentas
dolarizadas de las hijas de Chávez. Nada de eso. Yo malandreo con la comida de
la gente. Tú sabes lo que es robarse la alimentación de un país. Da más que
petróleo. Para eso me protegen mis panas verdes de ocho estrellas, el paisa
Jairo Tabarquino, el cangaceiro Joao Maurinho, el guyanés Jack Turner y tantos
y tantas que gozan un puyero robándose el condumio del pueblo crédulo.
Como no tengo corazón ni soy
sentimental, me importa poco que me odien los curas, pastores, dirigentes
sociales, viejitas piadosas o protectores de pobres y enfermos. Yo no gano nada
con ser santo, al menos que esté dispuesto a pasar hambre, lleno de llagas y
pateado por todos; para que después me prendan velas después de muerto. Nada de
eso, a mí lo que me gusta es que me tengan miedo, me jalen, me adoren por mis reales y aplastar al que se
atraviese.
Con eso le contesto a la gente de
Ciudad Piar, cuando me denuncian que el alcalde de allá no sirve pa ná. Yo
estoy a otro nivel. Soy industrial, amigo de reyes, amante de actrices, pana
del FMI, tomo caña con Uribe, ceno con Donald Trump, financio a los israelitas,
bailo con las mulatas de Bolsonaro, me visto en Paris. Por eso, no quiero saber
de novatos, de bodeguitas hediondas a kerosen, de ambulancias camuflajeadas, de
indios cochaneros, de cartones de huevos o de conucos maiceros. Me importa poco
su principiante de allá. ¡Ta claro!
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